domingo, 20 de diciembre de 2009

Muerte o vida un tema para el arte





Luis Antonio Chávez

El tema de la muerte ha sido recurrente en los artistas e incursionan en él pintores, poetas, músicos, escultores y escritores, quienes utilizan esa herramienta lúdica como una catarsis en su diario vivir.
Y es que morir, el fin de todo, pese al temor que despierta dicho concepto por esa fusión, es en su honor que se canta, se pinta, danza o declamación. La muerte es un tema adherido al artista.
Pero también encuentra murales, cuentos, fábulas, novelas, la muerte hace vivir muchas ramas del arte.
Confirmar que ese tema –considerado por muchos como un tabú– ya es un factor común, no hacemos más que asegurar que la presencia abismal, como una circunstancia inevitable e inherente, es parte de la existencia misma del ser.
Así nos encontramos con que Eros y Thanatos (vida y muerte) son caras de la misma moneda: implacables y severos.
Precisa señalar pues que es muy difícil evadir esos dos términos, sobre todo porque ambos están ligados entre sí y se bifurcan, sin que haya alguien que ose evitarlo.
Pintores como Rafael, Miguel Ángel, Rembrandt y Salvador Dalí, entre otros, muestran sus dotes en esta área, encontrándose con más de alguno que condenó su aprehensión a ese tema.
La caricatura no se queda atrás y la representa el mexicano José Guadalupe Posada, a quien sus contemporáneos criticaron la forma de ridiculizar a la muerte.
Posada lo hacía con sus cananas terciadas sobre el hombro, la vestía de charro, así como en personajes bailando o poniendo serenatas... lo que atrajo comentarios fuertes sin que ello menoscabara la inspiración del artista. Rivero también incursiona con sus lienzos mostrando a la muerte, en diferentes cromos y colores, con sus esqueletos de diversos tamaños.

Literatura
Generaciones van y vienen, las páginas de libros, revistas y periódicos han sido plasmados con lienzos o escritos aludiendo esa temática existencial.
Aquí no importa cómo se le nombre o se asuma, sise hace hacia una prolongación del espíritu o el fin; el paso al sufrimiento eterno o la paz del reposo: ella estará siempre presente con su filosa carcajada.
Los artistas la han abordado con un tono desenfadado y risueño, otros mostrando temor o resignación, también ha existido quien dedique versos con mucho respeto, aunque habrá alguno irreverente, que esgrima frases irónicas e intente quitarle el manto del fatalismo.
Sin embargo, en un tema capital, en el cual suele tomar forma y aparecer personificada, “ningún poeta lírico se enfrenta a la muerte como si fuera una entidad abstracta difusa, sino como a la encarnación, súbitamente dolorosa”, cita Jaime Labastida, en su libro “El amor, el sueño y la muerte en la poesía mexicana”, (Edit. Novaro, México1974).
Lo antes citado lleva a interrogarnos de qué forma el tema de la muerte es tratado por el poeta, para que éste –palpándose los huesos– trate infructuosamente de retratarla en el papel.
Dicho intento ha llevado a los artistas a sucumbir en su manto, desistir de su lucha o salir airosos, proporcionando excelentes obras, con ideas diversas en los que se percibe la ansiedad, la ternura, la crueldad y la belleza, en un tema que impone sus condiciones.
Aunque es un tema lúdico donde no existe indulto o amnistía para el individuo, la muerte siempre ha encontrado un terreno fértil en los hacedores del arte, tanto en América como en el mundo entero.

Plumas
Entre los primeros escritores que incursionaron en este tema están Jorge Manrique (S. XV) con sus Coplas a la muerte; Dante Alighieri, con su famosa novela Divina Comedia, sembrando la semilla para esta temática.
Manrique, ante la impotencia de ver el cuerpo de su padre en el féretro, nole queda otra alternativa que escribir sus Coplas a la muerte. En tanto que Alighieri escribe su Divina Comedia, a raíz de la muerte de su amor platónico, Beatriz, y la hace figurar en esta monumental obra.
Posteriormente lo haría el francés Jean Paul Sartre, con su obra “A puerta Cerrada”; el uruguayo Juan Carlos Onetti, en su libro “Junta cadáveres”; Rubén Darío, Lope de Vega, Góngora, Quevedo... quienes han tocado este tema. Un poco más contemporáneos son Julio Herrera Reissin, con sus versos a la Muerte Blanca; Gabriela Mistral, que entona Los huesos de los muertos; Ramón López Velarde, en El sueño de los guantes negros; Macedonio Fernández (contemporáneo de Borges), la esboza en Elena Bella muerte, sin olvidar por supuesto a Pablo Neruda. Octavio Paz, en el Laberinto de la soledad, describe con mucha sapiencia cómo la muerte es un tema recurrente en el folclore mexicano.
Los poetas también han utilizado este tema para elevar la significación de la lucha de clases. “La muerte –escriben– nos iguala, nos quita la condición de ricos y pobres. Es un gran mar en el que no sirven de nada las prebendas, privilegios, ni el confort de la sociedad consumista.
El hombre es destino de la muerte y viceversa”, refiere tocando este rema amoroso Jorge Boccanera, en “El poeta y la muerte”, Antología de poetas latinoamericanos.

De película
Tanto ha servido este motivo que las obras literarias han sido utilizadas por el séptimo arte, el cine, que tampoco podía quedarse atrás. Así vemos filmes como La resurrección de los muertos vivientes; Las momias de Guanajuato; La momia, La sociedad de los poetas muertos etc., en los que el tema es un poco más crudo.
Sin pretender irrumpir mitos y creencias, aún en la misma Biblia encontramos citas referentes al tema, como la parábola donde un discípulo muestra el deseo por seguir al Mesías, pero primero pide permiso para enterrar a su progenitor, ante eso, Jesús le contesta: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”.(Mateo 8-22)
Eso podría interpretarse como la imagen de que si algo obstruye realizar un proyecto o seguir a Jesús es obstáculo para ello, lo mejor es liquidarlo –en el buen sentido de la palabra–. Y así encontraríamos en la Biblia más citas que contemplan el tema de la muerte.
Dicho tema se presta para mencionar muchos nombres: Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, César Vallejo, Nicolás Guillén, Vicente Huidobro, Roque Dalton, Rafael Góchez Sosa, José María Cuéllar y Alfonso Hernández.
También están Sor Juan Inés de la Cruz, Amado Nervo, Miguel Hernández, Claudia Lars, Raúl Contreras (Lidya Nogales), Santa Teresa de Ávila, Lope de Vega y otros que escapan a la memoria.

Nuestros ancestros
El tema tiene espacio en nuestros antepasados, quienes inventaban ritos para rendir culto a sus dioses, actos que no son espeluznantes de los guerreros en su sed de sangre, sino la repetición de los sacrificios que hicieron sus ancestros como Quetzalcóatl o Nanahuatzín, quienes entregaron sus vidas para dar nacimiento a la raza humana.
Así observamos indígenas que creen que los muertos aún no lo están, sino que éstos han entrado a un sueño profundo, razón por la cual les depositan en zonas sagradas; eso explica el hallazgo en tumbas de tantos objetos labrados: vasijas, puntas de lanzas y joyas preciosas.
Por ejemplo en Paraguay, los Guaraníes piden en sus oraciones que el muerto sea recibido por los Ñe’eng Ru (padres de las palabras).
“El cadáver del mbyá es conservado en cestos hasta su total putrefacción de la carne, y los huesos son lavados y guardados en un recipiente de cedro. Son conservados en la parte más importante de la población, porque serán nueva mente morada de hombres”, citan en su ensayo León CadoganyA.
López Austin. La Literatura de los Guaraníes. Edit. Joaquín Mortiz, México, 1970. También encontramos, en los municipios de Nahuizalco y Santo Domingo de Guzmán, en Sonsonate, El Salvador, a los indígenas que acostumbran –24 horas antes de la celebración del día de los finados–,llevar alimentos y chicha en tecomates a la tumba de sus antepasados, pues, de acuerdo a sus creencias, éstos aún están vivos.
Un poco más al occidente, en el municipio salvadoreño de Chalchuapa, en Santa Ana, los lugareños realizan una procesión, la cual emerge del cementerio general.
Llevan un ataúd en una carreta, le acompañan parroquianos pintados de blanco y vestidos de negro, quienes cargan velas encendidas en sus manos y recorren la ciudad. “Para ellos, el espíritu trasciende de la mortalidad del cuerpo, aquí lo que sucede es que el temor a lo inexorable les hace proyectar la idea de que el espíritu es eterno”, manifiesta Ovidio Villafuerte, filósofo y catedrático de la Escuela de artes de la Universidad de El Salvador (QEPD).
Lo anterior nos lleva a creer que a lo largo de la historia, la poesía alusiva a la muerte se mantiene fiel a un eje central, abordarla en todo el quehacer cotidiano es el reto. Dejemos pues, que sea ella, la parca, quien deje fluir su pluma en los poetas y permítanos dar una muestra de ello.
1/ Jaime Labastida. El amor, el sueño y la muerte en .la poesía mexicana. Edit. Novaro, México 1974. /2 Jorge Bocanera, El poeta y la muerte, Antología de poesías a la muerte. Editores Mexicanos Unidos, 1984. 3/ León Cadogany A. López Austin. La Literatura de los Guaraníes. Edit. Joaquín Mortiz, México, 1970.

Algunos poemas

¿POR QUE NO?

¿Por qué
no detenerme en esa esquina
y sorprender a la muerte por la espalda?
Claribel Alegría (Estelí, Nicaragua, en 1924)

CITA CON LA MUERTE
(Poema escrito después de los acuerdos de paz, de la guerra que se vivió en El Salvador.


¿Quien dijo que aquí no almorzó la muerte?
es cierto nosotros sentimos su taconeo
le jineteamos
le convidamos
aceptamos el reto,
pero ella
¡Por Dios!
olvidó la cita...

Luis Antonio Chávez (S.S. 1961) (Del libro inédito El poeta y la muerte al hombro)


ALGO SOBRE LA MUERTE

La muerte –tan eterna y verdadera–
Llega en silencio cuando está segura,
que ha de llevarnos a su casa oscura
y nos lleva de pronto a su manera...
No tengo miedo, no. Mi vida entera
fue lúcida experiencia en aventura
de un tiempo de dulzura o amargura
que debe terminar, cuando yo muera.
¡Qué ardiente corazón el que he tenido,
que guirnalda de amores me ha ceñido
y que fino lenguaje he derramado!
Si la muerte me llama, iré obediente,
dándole el pedacito de mi frente
donde he de hallar descanso bien ganado.

Claudia Lars (1899-1974)

LA DAMA GRIS
La Dama gris, la de las manos finas
y ojos color del tiempo, me acompaña...
En mi sed de ascensión, qué fiebre extraña
qué cansancio de luz, en mis retinas.
Aquí, soñando al pie de la montaña,
la Dama gris me envuelve en sus neblinas.
Ayer, un vuelo azul de golondrinas...
Hoy, un leve temblor de telarañas.
¿Y después?... Sólo sé que cuando el monte
se ensanche, más allá del horizonte,
mi sueño inútil rodaría en pedazos.
Y entonces muda, resignada, inerme,
igual que un niño triste que se duerme,
la Dama gris me tomará en sus brazos.

Lydia Nogales (seudónimo del escritor Raúl Contreras, (1896-1973), versos tomados de su libro Niebla)

AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mí ahora
a su afán ansioso lisonjera;
mas no des otra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a la ley severa.
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

Don Francisco de Quevedo (1580-1645)


MUERTOS

Para cuando la muerte con sus pájaros
de espuma negra brote de mi piel
para cuando mis huesos interroguen
al aire por sus jugos y mareas
y del ojo caído las raíces
eleven sus rituales desolados
para cuando ya sea el substituido
por los caminos el único que falta
para cerrar la cuenta de los pasos del día
tus palabras ahogadas seguirán animando
en tu cuerpo de plata la cosecha madura.
Al olvido tenaces dimos muerte completa
viajeros de la misma religión amorosa.


Roque Dalton (1933-1975)


DISTANCIA ENTRE UNA FLOR Y UN CADÁVER

Distancia entre una flor y un cadáveres
la que el niño piensa
cuando mira al padre muerto

Rafael Góchez Sosa



SÓLO LA MUERTE (Fragm.)


Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos.
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel al alma.
Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido sin perro,
saliendo de ciertas campanas,
de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto
o la lluvia.


Pablo Neruda
(Fragm).

NO ME AFLIHE MORIR

No me aflige morir: no he rehusado
acabar de vivir, ni he pretendido
halagar esta muerte, que ha nacido
a un tiempo con la vida y el cuidado.

Don Francisco de Quevedo (1580-1645)



SI HIJA DE MI AMOR


Si hija de mi amor mi muerte fuese,
¡qué parto tan dichoso que sería
el de mi amor contra la vida mía!
¡Qué gloria, que el morir de amar naciese!
Llevara yo en el alma adonde fuese
el fuego en que me abraso,
y guardaría su llama fiel con la ceniza fría
en el mismo sepulcro en que durmiese.
De es otra parte de la muerte dura,
vivirán en mi sobra mis cuidados,
y más allá del Lethe mi memoria.
Triunfará del olvido tu hermosura mi pura
fe y ardiente, de los hados;
y el no ser, por amar, será mi gloria.


Don Francisco de Quevedo (1580-1645)Coplas por la muerte de su padre


Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor; cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado fue mejor.

Jorge Manrique (1440-1479)

1 comentario:

Walo dijo...

La muerte siempre será un gran tema de inspiración. Ojalá un día la muerte sepa reinventarse, y nosotros con ella...